Ampliamos nuestros gestos y nuestro movimiento (Cuarta semana):

Esta última semana hemos ampliado las formas de control de nuestro gesto al dibujar. De ahí, iremos progresando gradualmente hasta llegar a centrarnos en un solo autor para imitar su técnica.

El jueves la clase comenzó con un cuadro bastante singular, y a primera vista, trabajoso, creado por Umberto Boccioni, un importante pintor italiano perteneciente al post-cubismo y al futurismo, cuyo principal objetivo fue el estudio del movimiento. En este cuadro, se podían observar distintas capas que iban evolucionando, dando transparencia entre ellas. Se puede distinguir claramente lo que llevamos hablando todos estos días en clase: una primera etapa que es algo así como una especie de balbuceo y de tanteo con los distintos gestos (en este caso, ondas de mayor y menor grosor o intensidad en el papel); y una segunda, en la que el dibujo se va rematando, clarificando cada curva para que no quede ni un ápice de confusión en el dibujo. Tiene que ser entendible, se debe visualizar con claridad por dónde pasa cada gesto. Estas capas de remate son más suaves, y el trato sobre el papel es mucho más cuidadoso.

En esta clase de dibujos, no es recomendable pasar el trapo, puesto que los trazos deben distinguirse unos de otros. La degradación entre el blanco y el negro juega un papel fundamental, porque mediante esta técnica se puede observar un diálogo entre las capas. De este modo, la degradación produce espacialidad, así como el uso de la goma de borrar para delimitar el espacio entre una curva y otra.

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Aquí es donde vemos, una vez más, que el secreto de cada pintura, cada dibujo, cada cuadro.. reside en el proceso. Hay que pasar por un número indeterminado de tanteos hasta conseguir nuestro objetivo. Comencé a imitar ese gesto suave y relajado, hasta que culminó en este dibujo:

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Para llegar a este dibujo tuve que deshacerme de muchas hojas, darlas la vuelta, borrar…hasta dar con el resultado que yo quería. He comprendido también que esta asignatura consiste en picarse. Picarse por hacer las cosa bien, y no conformarse con lo primero que salga.

Creo que el adjetivo de todos mis dibujos se va a quedar con la palabra FUERZA. No hay día que el profesor Pedro Burgaleta no me diga que mi dibujo tiene fuerza, pero que me falta siempre como darle unidad a ese proceso. Pues parece que el jueves lo conseguí, y mi dibujo pasó al querido Muro de la Fama, siendo tapado el viernes por otros trabajos. Estancia efímera, pero satisfactoria, al fin y al cabo.

Después de analizar a Boccioni, le dejamos un poco de lado para continuar el viernes, y pasamos a un nuevo artista, Romul Nutiu. Éste es un pintor de origen francés, que no ha adquirido mucha fama, pero algunas de sus obras pueden ayudarnos en la tarea de controlar el gesto. Se crea un contraste abcoluto respecto de lo que habíamos hecho en esa clase hasta el momento. Pasamos de dos únicos colores básicos (el blanco y el negro) a poder utilizar casi todos los que quisiéramos, siempre respetando los del dibujo (rojo, amarillo, verde y azul); además, en vez de utilizar un gesto suave, seguido, relajado…practicamos la técnica del tachismo, es decir, trazos con la tiza o el pastel al azar, dando lugar a manchas.

Después de mucho superponer capas y de acabar harta de las tizas que no se impregnan del todo en el papel, esto fue lo que surgió:

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El viernes no pude asistir a clase, pero mis compañeros me han comentado que se continuó con el mismo dibujo de Boccioni, aplicándole toques de color, y que se empezó con otro nuevo artista, Adolf Richard Fleischmann, vinculado al cubismo, pero por lo que me han dicho, el jueves continuaremos con el dibujo, ya que no ha dado tiempo a finalizarse durante el viernes.

Las nubes y el agua de Turner.

Para que no perdamos mano entre el viernes y el jueves siguiente, nuestros profesores nos han propuesto un trabajo para hacer fuera del aula, consistente en, a partir de la imitación de los gestos de Da Vinci, ser capaces de abstraer las familias de gestos que nacen de los cuadros de Turner.

Ya en clase había sido complicado, de modo que no esperaba acabar este trabajo pronto. Lo primero que hice fue poner mi atención en los dibujos esbozados por Leonardo, en los que se percibe claramente la figura del viento, de las tempestades y de las nubes, y de su movimiento. De este modo, me dispuse a imitar su técnica tal cual, a lápiz y a bolígrafo negro simultáneamente (arriba de la fotografía). Después, practiqué cada movimiento o gesto por separado, valiéndome del lápiz y de una cera negra(debajo de la fotografía):Imagen

Otro día, seguí intentando conseguir esos gestos por separado, para después unirlos todos en una imagen de Turner. Las nubes y las ondas del agua son las que a mí me parecen más complicadas de resolver:Imagen

Finalmente, comencé a dibujar los gestos del cuadro «Tormenta de nieve sobre barco de vapor en la bocana del puerto», con rotulador gris, y después con lápiz:

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Y después «Fuego en el mar», simplemente a lápiz:

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Espero que este ejercicio me sirva de algo para controlar los gestos al dibujar durante la clase.

En la misma curva.

El viernes seguimos trabajando el gesto y la tonalidad emocional, pero esta vez dejamos de lado las texturas de las nubes y la fuerza de las tormentas que representaban Turner y Constable para aprender sobre la pintura abstracta de Fernando Zóbel, uno de los pintores españoles más importantes del siglo XX, cuya obra se basa principalmente en la creación de cuadros que parecen simples pero que en realidad son el resultado de muchos tanteos y pruebas.

Cualquier imagen, incluso una abstracta, tiene algún tipo de contenido emocional. El creador, al dibujar, siente emociones que le llevan a realizar distintos tipos de movimiento en el papel. Así que, además de probar, debe sentir. Dependiendo de nuestro estado anímico, llegaremos a un dibujo u otro.

Durante esta clase, los profesores decidieron cambiar en cierta medida la dinámica de ésta. En vez de observar una sola imagen para después imitar su técnica, nos pusieron una presentación de imágenes de varios cuadros realizados por Zóbel, para que después nosotros creáramos un «Zóbel genérico», es decir, que cogiéramos de cada imagen lo que más nos había llamado la atención y lo plasmáramos en nuestros dibujos. Para ello, tuvimos que fijarnos en el color, los efectos visuales, el difuminado, las líneas trazadas, y la importancia del negro y del blanco no como vacío en el lienzo, sino como elemento fundamental de sus obras. Lo que más me llamó la atención a mí fueron los difuminados y las degradaciones entre colores, de los que no abusaba, ya que usaba una paleta restringida de los mismos, siempre acompañados de los clásicos blanco y negro.

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Cuando terminamos de asimilar los conceptos de este pintor, procedimos a comenzar nuestro propio Zóbel. Como me había fijado, cogí una gama de colores restringida (verdes) y añadí colores de contraste (naranja y amarillo), acompañados del carboncillo negro y un trapo para difuminar. Esto es lo que fue surgiendo:

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Había pasado menos de media hora cuando el profesor Burgaleta nos dijo que nos acercáramos a ver otra vez las imágenes. La verdad es que no habíamos entendido nada de lo que Zóbel intentaba transmitir. Dimos la vuelta al papel y comenzamos otra vez desde cero, fijándonos en las estructuras poligonales de sus dibujos y en el contraste entre el blanco y el negro. Como dijo Burgaleta, «estábamos acojonados», y la verdad es que tenía toda la razón.  Yo estaba delante del papel sin saber por dónde empezar, degradando por aquí, por allá, pasando el trapo, haciendo líneas… así que estuvo bien su idea, para captar un poco mejor el concepto. Cambié totalmente el chip al volver a mi caballete y comencé a repartir colores (esta vez de gama azul) por todo el papel, desprendiéndome del carboncillo y cambiándolo por el chunky negro, que parecía que pintaba más negro. Pero poco a poco me fui saliendo de tono, hasta llegar al rosa, cosa que a Burgaleta no gustó nada, y lo intenté arreglar un poco con el rojo. Metí demasiados colores y me volví a salir otra vez de lo que se estaba intentando plantear. Por primera vez en esa clase sentí frustración, cosa que ya nos habían avisado los alumnos de segundo que estuvieron hablándonos sobre la asignatura el primer día de clase.

Poco a poco, fui moldeándolo, hasta dar más o menos con el resultado que yo creí conveniente, pero me confundieron un poco las palabras de Burgaleta cuando se acercó a mi dibujo y me aconsejó que no hiciera formas tan complejas, que esos polígonos debían surgir del dibujo. Así que volví a cambiarlo hasta que ya el dibujo quedó así:

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El profesor Fernando Lancho se acercó y me dijo que esas líneas negras no debía dibujarlas, que eso era más un recurso artístico de los cómics, y que tal vez esa forma poligonal estaba mal escogida, que eso lo debían de crear las manchas que se iban formando, y no yo. Seguí sus indicaciones, y el dibujo final quedó así:

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Pasado un buen rato, cambiamos el papel blanco por el papel negro, que a mí personalmente me gusta menos, porque los colores vivos resaltan mucho menos, y probamos la misma técnica encima de él. Al principio me gustaba lo que estaba dibujando, cogí colores cálidos y colores fríos y los contrasté en forma de manchas, para después ir creando esas formas poligonales que tanto me cuestan. El profesor Lancho me sugirió que le diera mucha más fuerza al cuadro, que iba por muy buen camino. Minutos después, el profesor Burgaleta me dijo: «¡pero escucha al dibujo, que no le escuchas!» y me quedé un rato mirando al dibujo a ver qué narices quería decirme. No escuché mucho, así que improvisé e hice a los colores fusionarse, hasta crear este dibujo:

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Al finalizar la clase, no me sentí descargada y relajada como los otros días: sentí rabia porque no estaba contenta con nada de lo que había hecho. Puede que mi falta de concentración se debiera a las pocas horas que dormí, así que para estas clases descansaré más para darlo todo de mí en ellas.

Por lo general, esta semana me ha parecido mucho más dura que la anterior, esta es una asignatura que requiere mucha entrega personal y concentración, porque sino no vamos a poder seguir el ritmo, ni liberar la mano, ni el cuerpo… ni nada.

Semana 3: el gesto y la tonalidad emocional.

Nuestra clase de hoy ha comenzado con unas palabras de los profesores Pedro Burgaleta e Iván Pajares, que parecían un poco descontentos con el tema de los blogs y demás. La verdad es que no me estaba dando por aludida, porque la verdad es que disfruto escribiendo. De hecho, tengo otro blog en el que publico cosas de vez en cuando sobre temas sociales que me preocupan y ese blog es la única forma en la que puedo expresarme con claridad. Pero ha habido un momento en el que sí que me he sentido identificada, cuando han dicho que muchas de las publicaciones sobre las exposiciones de Hopper y Blake habían descrito a las mismas vagamente, de forma muy banal. Cuando leí mis publicaciones, pensé que lo que tenía que escribir era la impresión que me había causado cada pintor en general, los cuadros que más me habían llamado la atención… pero me he dado cuenta de que tenía que haber añadido más cosas, que tenía que haberme preocupado algo por la historia de cada pintor, por su técnica, de qué corriente artística han ido evolucionando, y demás. Porque, al fin y al cabo, esta clase es para que aprendamos arte, ya que no tenemos ni idea debido a la educación que hemos recibido, que centra toda su atención en lo meramente científico y cuadriculado. Incluso en el caso del bachillerato de humanidades, no hay ni una sola asignatura que hable sobre el arte. Me doy cuenta ahora de que podría haberlo hecho mucho mejor y que antes de ver a cada pintor por lo menos debería haberme documentado sobre él, en vez de ir tanto a la aventura. Lo bueno es, que de este error he aprendido, y que la próxima exposición a la que vaya tendrá una publicación como está merecido.

Después de esta pequeña reprimenda, Burgaleta empezó a explicarnos, poniendo lo anterior de ejemplo, que la asignatura trata sobre la iniciación en la creación arquitectónica mediante el dibujo, es decir, nos va a hacer capaces de producir y definir la figura arquitectónica. Por ello, es fundamental que liberemos nuestro cuerpo, que aún tenemos bloqueado, porque nos estamos acostumbrando poco a poco a entender la enseñanza de otra forma. Si que es verdad que nosotros, al estar totalmente inmersos en el conjunto de la sociedad, somos capaces de integrarnos con mucha facilidad, a pasar desapercibidos. Pero a la vez, pasando desapercibidos, perdemos todo lo que nos conforma como seres únicos e irrepetibles, nos impide mostrar a primera vista nuestro temperamento, por lo que la socialización también implica una desventaja: provoca barreras ante el acto de crear. Una persona, cuando pasa desapercibida, es porque actúa de la misma forma que el resto. Entonces, ¿de dónde sale la creación? La respuesta es: de cada uno de nosotros. Pero, ¿cómo?. Está claro, liberando la mano y el cuerpo. Empezamos por la mano, porque ha sido una de las primeras cosas en amaestrarse, mediante la caligrafía, para así después continuar con el movimiento del cuerpo, y finalmente, de nuestras mentes, que podrán abrirse y, rápidamente, crear. Como bien decía Aristóteles, «el ser humano es social por naturaleza», pero debemos pasar de esa situación de llegada en la que somos receptivos ante todo y no salimos de esa sociabilidad establecida para alcanzar la situación en la que nosotros seamos los protagonistas. Para llegar a esa situación, aunque parezca extraño, debemos volver a nuestros inicios, al tiempo en el que aún no se nos habían marcado reglas: a la infancia. A recuperar todo lo que durante muchos años hemos ido perdiendo. Y eso se hace dibujando.

Cuando empezamos a dibujar, tenemos al principio una sensación de incertidumbre, ¿qué dibujo? y, poco a poco, vamos tanteando, lo que es positivo, porque podemos plantear nuevas configuraciones a la hora de dibujar. Sin darnos cuenta, ya estamos creando, y esto inevitablemente afecta al cuerpo.

También se ha tocado un tema que para mí es muy importante: somos personas, queramos o no, con mucha responsabilidad. Nosotros vamos a ser el futuro, vamos a ser el pilar fundamental en el que se basa la sociedad. Y según seamos nosotros, así será esta, y así vendrán las futuras generaciones. Por eso debemos trabajar muy duro en todo lo que hagamos, y poner nuestro empeño en que nuestra formación individual sea la mejor, como estudiantes y como personas. Y ya no solo por nosotros, sino por todos los demás.

Con todo esto, comenzamos a entrar en materia. El profesor Burgaleta nos hace entender que el ser humano es un ser de lenguajes. Nos comunicamos de muchas formas diferentes, ya sea de manera oral o escrita, que son las más comunes y las que más personas usan. Pero también hay que tener en cuenta  el lenguaje corporal, y el lenguaje que, mediante un simple dibujo, podemos transmitir.

Nos profundizamos en los materiales, comparando los que utilizamos en clase de dibujo con los materiales en los que nos vamos a tener que fijar cuando pensemos en un edificio. Al igual que dibujar es simplemente dejar huellas sobre un soporte, la arquitectura es igual. Es dejar tu huella sobre un terreno, y que esta permanezca. Pero para llegar a la ideación de un edificio, es necesario un proceso anterior, y este es el dibujo. Un dibujo, igual que los productos del supermercado, no llega ya fabricado (otra de las conciencias adquiridas con el tiempo, debido a la socialización), se pasa antes por un proceso. Siempre hay una trastienda en la que ese dibujo se piensa, se prueba con él, se rectifica… hasta dar con el dibujo final. Nosotros, como estudiantes de arquitectura, hemos elegido como consecuencia estar en la trastienda del mundo, creando, para que otros contemplen nuestra obra, ya acabada después de muchas variaciones y muchas pruebas.

Después, se nos ha mencionado a Kandinsky, y se nos ha recomendado que compremos un par de libros: «Punto, línea sobre el plano» y «De lo espiritual al arte». Aún no he tenido tiempo para documentarme sobre Kandinsky, este fin de semana procuraré enterarme mejor de la vida y obra de este artista.

Una vez que estos conceptos se nos han quedado más que clavados en nuestra sesera, es hora de comenzar la clase. El tema de esta semana es la nube y el agua. Hay una serie de pintores, como Constable o Turner, que se encargaron de transmitir con sus obras la textura esponjosa de las nubes, o la sensación de humedad tras una fuerte tormenta. Intentan demostrar que la naturaleza tiene fuerzas inexplicables, y se adelantan al impresionismo, a lo que nunca es constante, al tipo de materia que vive del instante.

Hemos comenzado buscando en un cuadro de Turner todas esas familias de gestos de los que he hablado al principio, los que dan movimiento al cuerpo. Así, he hecho el siguiente dibujo:

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Se ha quedado Burgaleta mirando mi dibujo y ha dicho: ve a mirar la foto. Y menos mal que lo hice, porque había cosas que no había terminado de comprender. Este era un dibujo más complejo, costaba más sacarle la técnica al pintor.

Tras esto, nos llamaron a todos para ir a contemplar la foto, y nos han enseñado dos dibujos en los que las familias de gestos estaban totalmente definidas, y tan solo con una serie de líneas. A continuación del cuadro de Turner, nos han mostrado imágenes realizadas por Leonardo Da Vinci, en las que los gestos también estaban perfectamente definidos, y hemos copiado todos esos gestos. Cuando ya los teníamos grabados, se nos ha vuelto a poner la imagen de Turner para que extrajéramos de ahí los gestos más importantes, para así llevarlos cada uno a nuestro dibujo. Y así hemos hecho:

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Con estas ideas, he dado la vuelta a mi papel negro y he partido desde otro sitio a hacer los gestos. El negro y el blanco son los colores que, para mi gusto, dan el toque especial al dibujo. Una tormenta es angustia, oscuridad… pero después llega un rayo de luz, desaparecen las nubes, y todo vuelve a la calma. Así he querido plasmarlo yo en mi dibujo, que por segunda vez, el profesor Burgaleta ha calificado de «dibujo con fuerza», pero que debía de buscar la unidad en aquéllos gestos. Me ha pasado un trapo por encima y he unido todos los trazos para crear un dibujo más uniforme y armonioso, sin dejar de lado esa fuerza que parece que me caracteriza al dibujar. Por otro lado, también me ha alegrado saber que el gesto de mi cuerpo va evolucionando, ya que ha dicho que «yo no estaba muerta».

Este es el dibujo que ha resultado de todo este proceso:

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Y, como fin, planteo una canción que resume más o menos la clase de hoy:

Segundo día (viernes 14 de septiembre).

El jueves habíamos dejado un dibujo a medio hacer por falta de tiempo, y ayer continuamos con él, aunque en realidad fue como empezar otra vez, porque todos le pasamos un trapo por encima. Yo había hecho un dibujo mezclando todos los colores el día anterior:

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Decidí comenzar de nuevo utilizando la misma técnica, pero de otra forma: en vez de de izquierda a derecha, de dentro a fuera. Después, cogí el color negro para darle un toque de «caos» y contraste a la vez, y esto es lo que quedó:

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EL profesor Burgaleta puso mi dibujo como ejemplo de «fuerza», algo que yo también sentí cuando empecé a dibujar las líneas negras por encima de tanto color y armonía, y cuando por encima dibujé desde el centro líneas blancas, como intentado escapar de esa oscuridad y caos que intentaba invadir aquella armonía. Otro profesor se acercó a mí  y me dijo que le encantaban los colores que habían salido en mi dibujo, y que debería buscar un lugar dentro de él donde pudiera transformarlo de nuevo, para hacer dos, tres o cuatro capas por encima y que se viera esa evolución de un caos profundo hacia la estabilidad. Busqué ese sitio y comencé a hacer cambios. Después, el profesor Iván Pajares, me dijo: ¡tienes que domesticarlo!, más o menos intentando que hiciera lo que el otro profesor me había dicho. El profesor Burgaleta se acercó tras un buen rato y me sugirió que empezara a definir las manchas, que me dejara de líneas, para aumentar el contraste. Y así lo hice, aunque creo que fastidié un poco el dibujo porque después no me lo cogieron para el paseo de la fama:

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Pero bueno, eso no me preocupa demasiado, lo importante es que cada vez siento mi mano más liberada. Además, «aún no hay datos suficientes para determinar el grado de evolución de las criaturas», es decir, hasta que no haga muchos dibujos no se va a ver si estoy evolucionando o no. Tiempo al tiempo.

Cuando quedaba una hora, recogimos nuestros dibujos y nos pusimos a imitar la técnica de un pintor llamado Tomlin. El dibujo que tuvimos que observar estaba compuesto por simples trazos de líneas y curvas de un grosor determinado. Como a partir de ahí cada uno debe elegir por dónde quiere llevar su dibujo, yo mezclé algunos colores, y a esas líneas las intenté dar un poco de relieve. Como última capa, escogí las líneas blancas, que fui uniendo a lo largo del cuadro. Y así es como quedó:

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Me suelo dar alguna vuelta a mi alrededor mientras dibujo para ver los dibujos del resto de mis compañeros, para comparar, aunque está claro que es imposible. Es increíble cómo, a partir de una misma idea, puede salirnos a cada uno cosas tan diferentes.

Estas clases se me pasan volando. Lo que disfruto, unido a la música de fondo (ayer fue música clásica, muchas obras de piano, lo que me encanta, ya que yo toco el piano, el violín y el saxo), me hacen sentir muy bien y llegar a casa manchada de tiza y de felicidad.

 

Primer día dibujando.

Hoy hemos empezado «haciendo cosas que puede hacer todo el mundo», de cero. Antes de comenzar, hemos estado un buen rato hablando sobre lo que es pensar. Pensar es discurrir, fluir, pensar bien, al fin y al cabo, y con cierto orden. El inventor o creador debe discurrir, pero su actividad fundamental es probar, tantear con colores, texturas, formas, técnica…lo que implica que éste fluya y se mueva.

Pero, ¿qué es pensar sin conocer? para conocer, primero debemos atender, pero no como nos enseñaban en el colegio, estando quietecitos con las manos juntas y sin mover un dedo;  para pintar hay que tener otro tipo de postura, la de «el espadachín», balanceándose, para trabajar mejor.

Cuando ya estamos atendiendo el siguiente paso es percibir. Una cámara de fotos nos puede servir para ver y percibir el mundo a nuestra manera.

Solo después de haber percibido, podremos llegar a conocer un objeto.

Una vez que ya sabemos esto, es hora de dibujar. Para hacerlo, debemos cambiar nuestro gesto rígido, y liberar la mano, comenzando dibujando garabatos, que son movimientos libres. El gesto no siempre ha sido importante en nuestra cultura, solo a partir del siglo XIX, pero ya había culturas como la árabe o la japonesa que daban importancia al gesto, trasladado en forma de caligrafía. La caligrafía en realidad es un arte, porque mediante él expresamos inconscientemente nuestras emociones, y toda emoción es causa de nuestro movimiento. Lo mismo pasa con las manos y con el cuerpo en general, por lo que debemos liberarlo y moverlo al dibujar.

En todo esto va a consistir nuestra formación como arquitectos. La clave es descubrirse a uno mismo descubriendo a los demás.

Ya sabiendo todo esto, nos han proyectado unas imágenes de Twombly, de las que hemos percibido lo básico para realizar dibujos réplica, basándonos en su técnica. Para percibir la esencia de cada imagen, hemos tenido que «abrir el melón», es decir, buscar causalidades y orden en los trazos. Abrimos el melón a raíz de nuestra curiosidad, lo que nos lleva a pensar racionalmente. Por lo tanto, percibir está relacionado con el pensamiento.

Después de ver las imágenes, rápidamente hemos ido cada uno a nuestro caballete y, con jazz y música ambiental de fondo, hemos comenzado a crear.

Esto es lo que he hecho hoy:

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Y mañana continuaré con otro que está en marcha.

Exposiciones dispares (Blake).

Sensaciones totalmente opuestas son las que he sentido al visitar ayer la exposición en el Caixa-Forum sobre William Blake junto con algunos compañeros de clase y unos amigos que se han unido a la visita. Blake no tiene nada que ver con Hopper, se llevan más de un siglo y la corriente artística que fluía por el siglo XVIII nada tiene que ver con el arte del siglo XX, y comparar es odioso, así que no lo voy a hacer.

Este pintor, por lo que he visto, se obceca en perseguir la perfección de los cuerpos. Cuida hasta el más mínimo detalle en cuanto a la anatomía y el rostro, y los temas religiosos y pasajes o escenas de la Biblia ocupan más de la mitad de su repertorio de obras expuestas.

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Algunas me llamaron la atención, pero no para quedarme embobada observándolas. Son cuadros y grabados muy brutales para mi gusto, y algunos me provocaron hasta miedo.

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Por otro lado, se ve que también existe una preocupación por el color, utilizando casi siempre el contraste de colores cálidos y fríos, especialmente el rojo y el azul o azul verdoso, aunque en muchos de ellos también utiliza la escala de grises para darles un aspecto más lúgubre. La mayoría de sus trabajos son grabados, que es lo que mejor se le da desde mi punto de vista.

En los cuadros sobre “El libro de Dante” los detalles están menos cuidados, pero el resto de características las mantiene intactas.

Lo cierto es, que había expuestos también cuadros sobre pintores de la misma época que él, o posteriores,  y sus cuadros me llamaron muchísimo más la atención.

En general, bajo mi punto de vista, la obra de Hopper supera con creces a la de Blake en calidad, color, texturas y significado. Dos pintores distintos, dos impresiones diferentes.

Exposiciones dispares (Hopper)

El pasado mes de agosto estuve con una amiga viendo la exposición temporal que hay de Edward Hopper en el museo Thyssen-Bornemisza. Ya había oído hablar de este pintor, pero no vi ninguna de sus obras por adelantado en internet para que así, al ver sus cuadros, éstos me sorprendieran más. No sé si fue por eso, pero salí más que sorprendida.

En los primeros cuadros, que en la exposición estaban comparados con los de sus compañeros y maestros, se notaba que estaba empezando con la pintura: las imágenes representadas no eran claras del todo a no ser que te alejaras mucho del cuadro, y los detalles eran muy pobres. Además, el cuadro no contaba una historia ni te daba a pensar, eran simplemente o retratos o mujeres haciendo costura. No les vi nada de especial a esos cuadros, así que pasé rápido por delante de ellos. Lo primero que me llamó la atención fueron los grabados, ahí fue cuando empecé a sorprenderme de verdad. El que más me gustó fue uno en el que dos hombres están en una barca por el mar, con el monte de fondo. Ese grabado era tan real, que si te quedabas un rato mirándolo te podías trasladar fácilmente a ese lugar. Imagen

Seguimos caminando por la sala, y a la vez que avanzábamos se notaba como la técnica de Hopper se profundizaba y se empezaba a marcar ya más su estilo. El realismo de sus cuadros era increíble, pues se plasmaban escenas totalmente cotidianas de la época (inicios del siglo XX). En un momento llegué a pensar que para pintar aquellas obras se pasaba horas en la ventana espiando a sus vecinos, o simplemente salía a dar una vuelta por el campo para realizar esos numerosos cuadros dedicados exclusivamente a las casas, a las vías del tren o al campo.

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Ahora sí que cada cuadro te contaba una historia distinta, porque aunque el rostro de las personas no le preocupaba tanto, era el ambiente en general y el lado hacia el que miraban las personas del cuadro (nunca hacia el frente) lo que hacía que en seguida me pusiera a imaginar historias sobre esas personas, o me hacía yo mis propias paranoyas, como en el cuadro titulado “Soir Bleu”, en el que me pareció que en esa mesa estaba sentado el mismísimo Van Gogh. Además, me convencí más, porque el lado en el que tenía amputada la oreja está justo tapado con una viga:

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Ver sus cuadros fue como estar viendo una película, lo cual es lógico, ya que muchos directores de cine, como Hitchcock, se han inspirado en la obra de Hopper para hacer cine. De hecho, la casa de la película «Psicosis» es muy parecida a la que se puede ver en una de las obras de este ilustre pintor. Algunas obras parecían casi fotografías, y los colores en las pinturas que trataban sobre el mar eran impresionantemente vivos. En cambio, otras simplemente, con el juego de colores, la sensación de tranquilidad que irradiaban, me hipnotizaban y podía quedarme mirándolas un buen rato, como esta:

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Por otro lado, me fijé en el papel tan importante que juega la luz en sus cuadros, sobre todo en los de escenas de interiores. Muchas veces, esa luz deja entrever lo que en el cuadro no está dibujado, al igual que las extrañas perspectivas que usaba, que daban a conocer a la vez un ambiente externo y uno interno.

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Lo que no entendí es por qué se le daba tanta importancia tanto en los folletos como dentro del museo al siguiente cuadro. No sé si era por las dimensiones o por la historia que parece que se cuenta en él, pero la verdad es que a mí me llamaron muchísimo más la atención otros.Imagen

Había tanto en lo que fijarse, que obviamente estuve en esa exposición unas dos horas y sin cansarme. No era pintura abstracta, eso está claro, y no había mucho que pensar para averiguar de qué trata cada cuadro o qué hay plasmado en él. Este pintor va mucho más allá: detrás de cada escena se esconden muchas cosas, por eso sus cuadros son tan atrayentes y hay que fijarse mucho en cada uno.

Por último, al salir de la sala, había hecha una construcción real de uno de los cuadros de Hopper, y si te colocabas a cierta altura, mirando a través de un marco, parecía como si estuvieras viendo el cuadro de verdad. Ahí si que quedé sorprendida. Me pareció increíble, no había un solo fallo en la recreación, lo que demostraba que la captación de ambientes, luz y sombras de Hopper era impecable y única.

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Como conclusión, puedo decir que quedé maravillada con la exposición, nunca pensé que iba a disfrutar tanto visitando un museo.

Viernes, 7 de septiembre de 2012

Ya habíamos tenido el día anterior nuestra primera clase de D.A.I, pero la presentación de la asignatura se quedó corta y tuvimos que prolongarla hasta el viernes. Parece que ya íbamos «entendiéndonos» más los alumnos con los profesores, nuestras mentes poco a poco se están «descuadriculando».

Estuvimos viendo los trabajos que habían hecho nuestros compañeros del año anterior, y yo creo que todos nos quedamos boquiabiertos. Yo pensé: ¿en tres meses voy a ser yo capaz de hacer eso?. Espero y deseo que así sea.

Después algunos de mis compañeros empezaron a debatir sobre las sensaciones que les producían aquellos cuadros, y yo con muchos estaba de acuerdo. Una chica dijo que, al ser los cuadros tan abstractos, cada uno, dependiendo de sus vivencias personales o de su forma de ver el mundo verán una cosa u otra. Eso me pareció maravilloso, al igual que lo que dijo nuestro profesor Pedro Burgaleta: «Daos cuenta de que sois únicos, que no va a haber en el mundo nunca nadie como vosotros, y de que cada uno de vosotros tiene una visión del mundo distinta». Me pareció muy importante esa frase, porque en realidad muy poca gente cae en la cuenta de que esto es así. La sociedad está llena de personas que siempre intentan convencerte de lo que está bien y de lo que está mal, de lo que es bonito y de lo que es feo, de lo que debemos hacer y no hacer…cuando en realidad todos tenemos versiones distintas sobre todos esos campos. Parte de la culpa de que nuestra mente esté cuadriculada es tal vez  porque pocos han llegado a esa conclusión.

Cuando nos mandaron el trabajo sobre las exposiciones, ya había gente preguntando: ¿y cuánto tiene que ocupar? ¿tenemos que ir a las dos exposiciones o podemos ir solo a una? Estamos tan acostumbrados a que nos pidan las cosas tan exactas y perfectas que se nos olvida que si hemos decidido hacer esta carrera (por lo menos yo) es para expresarnos, de la forma que sea, extendiéndonos o no, yendo a una o a 15 exposiciones. «No se trata de cantidad, sino de cualidad» explicó otro profesor, del que no me sé aún su nombre.

Este tipo de clases me gustan, porque no son convencionales. Simplemente escuchas y te quedas con las cosas que más te han llegado, que sabes que te servirán en un futuro. Me fui satisfecha a casa, con ganas ya de que sea jueves y de dibujar y dibujar.